1.1. Prehistoria
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De los primeros poblamientos de Navarra dan testimonio los hallazgos del paleolítico inferior (600.000 a. C. al 40.000 a. C.) de Coscobillo, Urbasa, Estella, Lezáun, Lumbier y Viana. Más adelante, la cultura neolítica convierte a los cazadores en agricultores y pastores, y la Edad del Bronce siembra de dólmenes y talleres de sílex las zonas de pastoreo; en esta época la arquitectura megalítica se reparte por todo el territorio, desde Viana, Cirauqui y Artajona, a las sierras de Urbasa y Aralar, hasta alcanzar las cumbres pirenaicas.
La Edad del Hierro aporta a los primitivos habitantes vascones nuevas técnicas y concepciones de vida traídas por los celtas y celtiberos del centro de Europa.
1.2. Romanización
La presencia de Roma es débil en el saltus vasconum o zona septentrional y boscosa –la Montaña–, donde pervive la lengua propia, el vascuence, y la permeabilidad cultural es escasa; por el contrario, desde el siglo II a. de C., la romanización se afianza en el ager vasconum, zona meridional, más accesible y con mayores recursos naturales. Dentro del saltus, Pompeio en el año 75 a. de C. ocupa Iruña, principal ciudad vascona, y en ella instala la población romana que llevará su nombre, Pamplona.
Con la descomposición del Imperio Romano, las tribus vasconas recuperan su influencia en el ager romanizado, extendiéndola además hacia las zonas vecinas. Al mismo tiempo se defienden de las incursiones militares de los monarcas visigodos, que intentan consolidar su influencia política en el norte peninsular. Estos vascones también se opondrán a la presencia de los francos, que amenazan su independencia desde la vertiente norte de los Pirineos. La batalla de Roncesvalles contra Carlomagno en el año 778 supone el freno a las pretensiones de la poderosa monarquía franca en esta parte del Pirineo.
1.3. Primera dinastía navarra
Una nueva amenaza se produce con la llegada de los musulmanes, que consiguen ocupar la cuenca del Ebro en el 714. Sin embargo, la presencia musulmana será débil, ya que no conseguirá arraigar política o socialmente. Pronto surge un núcleo cristiano, de oposición a la presencia musulmana, que en el siglo IX acabará aglutinado políticamente por la dinastía autóctona de los Íñigos, la primera dinastía navarra.
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Le sucederá la de los Jimenos, más consolidada políticamente. Sancho Garcés (905-925), el primer monarca de esta dinastía, emprende una decidida política de expansión territorial frente a los musulmanes, para lo que establece vínculos con los demás reinos cristianos. A pesar del avance de Sancho Garcés, que ocupa la comarca de Estella, rebasa el Ebro y llega a Nájera y Calahorra (914), la presencia musulmana se mantendrá en la Ribera durante un siglo, ya que Tudela permanecerá bajo control musulmán hasta el año 1119.
2. LA NAVARRA ROMANA
La cultura romana dejó su impronta en Navarra a lo largo de seis siglos bajo una aparente premisa de libertad, “Imperium et Libertas”, tal como expresaba Cicerón. Distinguidos por su carácter organizativo y su hegemonía, los romanos pusieron el arte al servicio de sus construcciones desarrollando una civilización que se erigió como referencia de progreso y bienestar. Así, las casas contaron con sistemas de calefacción, agua corriente y baños termales, y fueron decoradas con columnas y finos mosaicos que representaban escenas de la vida cotidiana.
Constatadas las bondades que les reportaban los nuevos pobladores, los navarros sucumbieron al dominio romano asimilando su religión, su lengua y su cultura. No obstante, la influencia no fue igual en toda la geografía, ya que los romanos se concentraron en las tierras más accesibles y fértiles del ager, en torno al eje del Ebro. Del norte boscoso o saltus, sólo se interesaron por las principales vías de comunicación con la Galia.
Una extensa nómina de ciudades y villae (lujosas residencias rurales) así como grandes obras de ingeniería, contribuyeron a enaltecer el imperio. Entre otros ejemplos, el acueducto de Lodosa-Alcanadre o el sistema hidráulico de Andelos, la calzada y puente romano de Cirauqui, ciudades y villas con todo tipo de servicios como Aracilus (Araquil), Pompaelo (Pamplona), Iturissa (Espinal), Ilumberri (Lumbier), Cara (Santacara) o Liédena. Así también, Civitatis como Cara aparecen citadas en los escritos de Plinio el Viejo, quien se refiere a ella como ciudad destacada en la calzada que unía Caesaraugusta (Zaragoza) y Pompaelo (Pamplona). Otras como Liédena conformaron una población rural considerable a orillas del Irati tal como atestiguan los restos hallados. Poblados romanizados en el siglo I a. C como las Eretas constituyen hoy un ejemplo reconstruido de la vida de aquella época.
El catálogo de restos romanos incluye también monumentos homenaje como la Torre Urkulu, ubicada en las cercanías de Roncesvalles. Esta construcción, conmemorativa seguramente de la incorporación de la Galia y la Hispania al imperio romano, se alzó coronando la montaña para que fuera visible desde todos los puntos.
Los romanos dedicaron también buena parte de su tiempo al ocio. Por ello, tuvieron un papel fundamental las termas o baños públicos, que se convirtieron en lugar de reunión social. Fitero, Cascantum o Andelos son buenos ejemplos. Ofrecían unos servicios muy completos, sin nada que envidiar a las instalaciones más modernas de siglos posteriores. Tal como mandaban los cánones romanos existía una zona de baños calientes y otra de baños fríos, combinación recomendada para fortalecer el cuerpo.
La Villa de las Musas de Arellano
Otro de los legados del imperio fue el vino, la bebida alcohólica más antigua de la humanidad. En Navarra se conservan diversos testimonios del culto a Baco como la Bodega de Funes o la de Aurelanium. Este último es en la actualidad un yacimiento arqueológico romano situado a 6,5 km. al sur de Arellano, a escasos kilómetros de Estella. Un perfecto ejemplo de villa de lujo y de bodega. El lugar es también conocido como "Villa de las Musas" por el hallazgo del espectacular mosaico romano protagonizado por nueve diosas y sus maestros. Una minuciosa reproducción puede contemplarse en su ubicación original.
Esta villa fue construida entre los siglos I y V d.C. en dos épocas. Las dependencias de los siglos I-III d.C están vinculadas a la producción del vino. Así, se puede contemplar el Torcularium o sala de prensas; el Laci o lagares, donde se acumulaba el mosto temporalmente; el Fumarium o lugar donde se envejecía el vino artificialmente a través del calor y del humo, y la Bodega o cella vinaria, destinada a la conservación del vino en grandes tinajas o doliae de las que hoy se conservan 15 ejemplares. Otra de las sorpresas de la villa es la cisterna de 3 metros de profundidad que se alimentaba principalmente por el agua de la lluvia. Su hallazgo tiene un carácter excepcional pues esta construcción era más típica de las zonas mediterráneas.
A la segunda época, siglos IV y V d.C, corresponden las estancias pavimentadas con mosaicos. Aposentos que convirtieron a la villa en una lujosa residencia relacionada con el culto a Cibeles y a Attis. Los mosaicos que decoran las dependencias hacen alusión a la leyenda de estos dos dioses de primavera: Attis, es un joven y hermoso pastor que es recogido por Cibeles a las orillas de un río. Tras repetidos escarceos amorosos, Attis se despoja de su virilidad, muere, resucita y vuelve al lado de Cibeles, quien le convierte en su fiel compañero. En el exterior del edificio, y también correspondientes al segundo periodo constructivo, resulta llamativo el "Taurobolio". Es éste un edificio porticado de planta rectangular que se articulaba entorno a un patio, en cuyo centro aparecieron aras grabadas con cabezas de toro.
El Mosaico de las Musas, en el museo de la villa de Arellano.
La ciudad romana de Andelos
A 33 kilómetros, en el término de Mendigorría se encuentra la ciudad romana de Andelos, cuyo descubrimiento más notable fue su sistema de abastecimiento de aguas, que se encontró en excelente estado de conservación. A 3,5 kilómetros de la ciudad, en el límite entre los municipios de Mendigorría y Cirauqui, se encuentra la presa que tiene una capacidad de 20.000 m3. Una impresionante obra de ingeniería del siglo I d. C de 150 metros de longitud.
Los siglos I y II d.C. son los de mayor esplendor de la ciudad. Su estructura obedece a patrones típicamente romanos articulándose a partir de dos ejes principales, el cardus (en dirección norte-sur) y el decumanus (en dirección este-oeste). Es precisamente en el cardus donde se desarrollaba buena parte de la vida social de Andelos, ya que se trataba de una zona residencial, compuesta por amplias casas y edificios públicos como las tiendas, la lavandería-tintorería, la fuente o ninfeo, las termas o la palestra, lugar donde se realizaban los ejercicios gimnásticos y juegos.
Los andeloneses toman muy pronto de los romanos el elemento formal de culto, las aras. En un primer momento las dedican a divinidades indígenas seguramente protectoras del ganado y las cosechas, aunque en poco tiempo son asimiladas las deidades romanas. Así, ediles de la ciudad dedicaron una placa de bronce a Apolo, dios romano. Del ritual funerario han quedado restos de lápidas destacando dos procedentes de un mausoleo, que se ubican en la parte posterior de la ermita de Andión.
Hagan caso a Quinto Horacio Flaco “Carpe diem Quam minimum credula postero” (captura el día, no asegures que otro igual vendrá) y disfruten hoy mismo del extraordinario legado cultural que la civilización romana dejó en Navarra.
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Restos romanos en Andelos
3. ARTE ROMÁNICO EN NAVARRA
Características del Románico en Navarra
Si el Camino de Santiago marcó profundamente el desarrollo del románico en España, en el caso de Navarra esta influencia se hizo sentir aún en mayor grado.
Por el norte, desde Roncesvalles, descendía un ramal directamente de Francia y el norte de Europa, mientras que por el este llegaba el otro camino que ya había dejado su magia en Jaca y todo el norte del reino de Aragón, procedente de Somport, en los Pirineos.
Ambas rutas se unen en la inigualable población de Puente la Reina, sin duda, una de las ciudades españolas que más se saborea el ambiente medieval y espiritual del Camino.
Las peregrinaciones a Compostela que arrecian durante el siglo XI y tienen su apogeo en la segunda mitad del XII generan la construcción de numerosos monasterios, catedrales, e iglesias a manos de importantes maestros, lo que provoca la aparición de una decoración escultórica de primer orden.
Posiblemente la cabecera del Monasterio de Leyre es la primera manifestación del románico pleno en Navarra a mitad del siglo XI.
Un siglo más tarde, en la desaparecida Catedral de Pamplona trabajó el gran Maestro Esteban después de dejar su arte en la Catedral de Santiago de Compostela.
Desde entonces, la proliferación del románico en Navarra es imparable gracias a la arteria cultura que supone el Camino de Santiago, llegando a ser abundantísimo y de primera calidad.
Posiblemente si alguien quisiera rememorar lo que el Camino de Santiago y el románico culto significaron para la Cristiandad medieval, su mejor opción sería la visita a Navarra.
Algunos características interesantes del románico navarro son:
• Presencia de algunos templos poligonales en los ramales del Camino: Eunate y Torres del Río.
• Proliferación de puertas con arquivoltas decoradísimas y tímpanos esculpidos como en el Monasterio de Leyre, Sangüesa, Estella, Tudela, etc.
• Muchas de estas portadas incorporan, como en el románico aragonés, el crismón como símbolo básico de Cristianismo.
• Presencia de puertas con arquivoltas polilobuladas de reminiscencias moriscas, como en Cirauqui, San Pedro de la Rúa de Estella y Santiago de Puente la Reina.
• Buenas muestras del románico civil: Palacio real de Estella y el puente de Puente la Reina.
Pero el románico en Navarra es más que el Camino de Santiago. Como en otras zonas de España, el románico rural, dependiente del románico más cualificado pero adaptado a numerosas pequeñas aldeas hace pronto su aparición.
De esta manera, en cualquier pueblito navarro nos podemos encontrar con su iglesia románica, encantadamente rural, pero no exenta de calidad artística y simbólica.
Citamos las dos joyas del románico rural navarro: Artaiz y Echano, pero afortunadamente son muchas más las que forman la nómina de templos románicos navarros, como el de Orísoain.
4. EJEMPLOS DE ARTE ROMÁNICO EN NAVARRA
4.1. Santa María de Eunate
Santa María de Eunate es una de las más conocidas iglesias del Camino de Santiago. Aunque no hay pruebas documentales, la tradición atribuye su construcción a la Orden del Temple, si bien este origen es muy probablemente incierto.
Este tipo de templos de planta poligonal, con su carácter enigmático y esotérico se asocia con excesiva facilidad a los caballeros templarios. Más probablemente esta iglesia de Eunate fue templo funerario de un hospital para peregrinos de la Orden Hospitalaria de San Juan.
La iglesia de Santa María de Eunate tiene planta octogonal con un ábside que resalta de su planta en dirección a levante. Una galería porticada de arcos de medio punto sobre columnas dobles rodea perimetralmente el templo. La puerta se encuentra en su costado occidental. Tiene arquivoltas de medio punto baquetonadas -salvo una con figuras humanas- y con poco abocinamiento.
Aunque la estampa exterior de Santa María de Eunate es interesantísima, todo un mundo espiritual y místico se abre a nosotros al penetrar el umbral. La bóveda de semiesfera está reforzada por nervios que nacen en las columnas de las esquinas. Una arquería ciega anima la parte inferior, mientas que los ventanales son rodeados por columnas de las que surgen los nervios que refuerzan el cascaron de la bóveda.
4.2. El monasterio de Leyre
El Monasterio de San Salvador de Leyre, o simplemente Monasterio de Leyre (en euskera Leire), es uno de los conjuntos monásticos más importantes de España por su relevancia histórica y arquitectónica. Entre los diferentes edificios que componen el conjunto existen ejemplares del románico muy destacados por pertenecer a un periodo muy temprano del mismo y por su excelente estado de conservación. El monasterio se ubica en el nordeste de la Comunidad Foral de Navarra, cerca del límite con Aragón.
Existen noticias documentadas sobre Leyre ya en el siglo IX. El monasterio tuvo una gran relevancia en la historia de reino de Pamplona-Nájera y posteriormente en el de Navarra, así como en la Reconquista. En él está ubicado el panteón en el que yacen los primeros monarcas del reino de Pamplona.
Leyre fue fundado como un monasterio benedictino, aunque posteriormente pasó a estar en manos de monjes cistercienses. En la actualidad, el conjunto monástico pertenece a la Comunidad Foral de Navarra, que lo ha cedido a sus primitivos moradores, la orden benedictina, para su cuidado y funcionamiento.
El Monasterio de Leyre es un cenobio milenario que llegó a ser uno de los más importantes de la España reconquistada.
De época románica perdura básicamente la cabecera y la puerta occidental. De la primera campaña data su cabecera, de altísimos ábsides, así construidos para englobar la sugestiva cripta.
Aunque no hay concesiones escultóricas (carece de ventanas decoradas o de columnas entregas) es magnífica su fábrica, realizada con grandísimos sillares de color cálido perfectamente aparejados.
La portada occidental (llamada Puerta Speciosa) ya es del siglo XII. Es verdaderamente magnífica. Tiene cinco arquivoltas de medio punto que rodean un tímpano esculpido soportado por una columna parteluz.
Es obra de manos expertas que esparcen por todo el conjunto infinidad de esculturas de esquisita finura. Todas las arquivoltas están decoradas figurativamente, así como las enjutas.
La citada cripta del Monasterio de Leyre no se empleo como enterramiento. Su función es tectónica para soportar la cabecera del templo. Tiene planta de cuatro naves (la nave central, se dividió en dos) y tres ábsides.
Las bóvedas pétreas de esta cripta se apoyan en arcos de medio punto muy peraltados que caen sobre curiosas columnas de fustes cilíndricos muy bajos con enormes capiteles tallados mediante incisiones vegetales y geométricas de tradición evidentemente prerrománica.